Por fin una película basada en el increíble relato de Stephen King. ¡Y qué película! Tendrá sus altibajos, sus momentos deplorables -como casi todas las películas de Frank Darabont-, y unos bichos que son poco creíbles cuando matan. Pero todo esta me da igual. Los buenos momentos compensan esos pequeños fallos. La tensión que se palpa nos hace olvidarnos de unos previsibles personajes, la agonía de lo forzado de las situaciones. Y sobre todo, los últimos veinte minutos de película, magistrales, maravillosos, duros, bellos. Estamos dentro del vehículo, sintiendo nuestra derrota y con la música que nos hace daño en el corazón. Somos un personaje más. ¡Qué final!
martes, 3 de febrero de 2009
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