Cuando se está en la posición más débil, nunca se debe luchar por el honor; hay que capitular. La rendición da tiempo para recuperarse, tiempo para atormentar e irritar al vencedor, tiempo para esperar a que su poder decaiga. No hay que darle la satisfacción de luchar y vencer: es mejor rendirse primero. Ofrecer la mejilla enfuerece y desesetabiliza al enemigo. Hay que convertir la rendición en un instrumento de poder.
Y tiene toda la razón, ¿de qué nos vale luchar cuando sabemos que saldremos derrotados sin duda alguna? Sólo pueden volver a luchar los que son capaces de abandonar la batalla. El mensaje que también quiere transmitir es el de que tampoco debemos salvar a los demás, salva tu culo.
Me quedo con una frase:
"La rendición... requiere autocontrol: aquellos que se rinden realmente, renunciar a su libertad y pueden estar destrozados por la humillación de su derrota.
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