Un libro autobiográfico de 400 páginas sobre los cinco años que pasó el autor el autor en la carcel no es cosa de niños. Y menos cuando estamos hablando de las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos y es contado sin dejar de lado ningún detalle por muy escabroso que resulte.
Chester Himes fue un delincuente juvenil que tras una serie de faltas y trapicheos tuvo la mala suerte de ir a la cárcel por un delito menor. Allí se encontró con todas las miserias posibles: represión policial, violencia, motines, muertes, violaciones... En el libro cuenta su vida desde que entró hasta su salida. Sobrevive a un motín, palizas de los guardias, un incendio, porrazos y lo que es peor, la soledad, la perdida de la fe y la necesidad de amar a cualquiera para poder sobrevivir. Es valiente en la narración, se desnuda emocionalmente y habla éxtensamente de una relación que tuve en el presidio, aunque a veces parezca que se intenta explicar más a sí mismo que a nosotros.
Es un gran libro, pero muy duro. Hace falta tener estómago y tiempo para leerlo, no es un pasatiempo agradable. Pero la literatura no tiene por qué serlo.
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