domingo, 15 de febrero de 2009

Extracto de El mundo según Garp.

-Me mato -dijo Garp de buen humor-. Con el proposito de quedar firmemente consagrado, me aprece un acto casi necesario. Lo digo de verdad. De acuerdo con las tendencias actuales, coincidéis conmigo que ésta es una de las formas de reconocer la seriedad de un autor. Puesto que el arte de escribir no siempre pone de relieve la seriedad del escritor, en algunas ocasiones es necesario revelar su profundidad de la propia angustia por otros medios. Suicidarte puede significar que, al fin y al cabo, eras serio. Es verdadero -pero el sarcasmo de Garp sonó de manera chocante y Helen surpiró; John Wolf volvió a estirar las piernas-. Y a partir de entonces -concluyo Garp-, queda súbitamente al descubierto la seriedad de su obra, allí donde antes no se había percibido.

A menudo Garp había observado, irritado, que ésa sería su última obligación como padre y proveedor, y le gustaba citar ejemplos de escritores mediocres que era adorados y leídos con gran avidez en virtud de sus suicidios. De aquellos escritores suicidas a quienes también él -en algunos casos- admiraba sinceramente, Garp sólo esperaba que en el momento del paso decisivo, por lo menos algunos de ellos hubieran reconocido ese aspecto feliz de su desesperada decisión. Sabía perfectamente bien que la gente que realmente se suicidaba no convertía su suicidio en un acto romántico: ellos no respetaban la <> que supuestamente el <>

(El mundo según Garp -1978-, John Irving)

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