Ganas es poco, estaba deseando ver Sweeny Tood. Como bien saben los que me conocen, soy fan de Tim Burton desde que era un chavalín y deslices aparte, disfruto y colecciono todas sus películas.
Lo que más me ha sorprendido de la película es que es un musical puro y duro, se pasan casi toda la película cantando (y creedme, lo hacen bien). Esperaba que hubiese un par de canciones, pero no tantísimas. Como experimento funciona a la perfección, esa mezcla entre musical, ambientación londinense lúgubre e historia de venganza al más puro estilo Conde de Montecristo, es más que entretenido.
La historia quizás tarda en arrancar, los veinte primeros minutos se salvan por la presencia de Johnny Deep y Helena Bonham Carter, que bordan los papeles. Pero cuando la historia arranca es como un huracán, nos lleva por donde quiere sin que nos podamos quejar ni mirar el reloj. Es una historia terriblemente cruel y sangrienta, veremos más de seis veces como las cuchillas del barbero degollan a sus víctimas, veremos sus cuerpos caer por la trampilla y estrellarse como si fuesen sacos, veremos como la sed de justicia llamea en los ojos del protagonista. Es una locura, una barraca que merecerá un segundo visionado, una broma pesada.
Es una historia que se aleja de toda piedad, el director quería que sintiesemos y lo consigue mostrándonos las consecuencias, tan bellas como reprobables, de ese mágnifico sentimiento que es la venganza.
Por cierto, martes a la tarde, en sala principal de centro comercial, seis espectadores.
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