Salgo de casa como un domingo cualquiera, dispuesto a dar un paseo. El sol acompaña y el MP3 marca el ritmo de mis pasos. Al llegar al centro de Bilbao me doy cuenta de que está el helicóptero dando vueltas por el cielo, lo que sólo puede significar dos cosas: o hay manifestación o ha venido alguien importante. Ni me acordaba de que hoy habían convocado una manifestación a favor de ANV y PCTV, y menos aún de que Gazón la había ilegalizado. Hasta que no veo pasar dos furgonetas de beltzas (policía vasca vestida de Robocop) no me doy cuenta de lo que sucede.
Llego a Autonomía, a un lado hay gente sentada y al otro están disgregándose hacia el centro de la ciudad. Los beltzas amenazan con las escopetas de pelotas y empujan a algunos que se les encaran. Pasa un coche de bomberos que baja hacia el centro. La gente que paseaba por las calles siente que se va a montar alguna y en su mayoria se van a paso ligero. Debo aclarar que normalmente si no haces nada y te mantienes medianamente alejado, los beltzas ni te miran, los niñitos radicales también te ignoran a no ser que les digas algo.
Paso de ver cómo acaba el jaleo y decido proseguir hacia el centro de la ciudad. Según voy bajando por Doctor Areilza me encuentro con que no queda ningún contenedor colocado en su posición, han volcado todos sobre la carretera y ni los coches, ni las furgonetas de la Ertzaintza pueden pasar. Teoricamente. Bajo un poco más y me encuentro con que un grupo de treinta jovencitos con peinados distintos y camisetas abertzales están gritando y moviendo contenedores. A dos manzanas de mi posición y una de ellos llegan dos furgonetas con antidisturbios, frenan en seco y empiezan a correr hacia ellos con las porras arriba. Estos salen huyendo hacia donde estoy yo y por calles paralelas. Me pongo junto a una terraza de bar y les veo pasar. Ninguno siente miedo, en sus caras se ve que todo estaba previsto, que ahora toca separarse e irse para casita a comer. Los beltzas se quedan en esta calle un rato, miran arriba y abajo con esos ojos que asoman bajo el pasamontañas y con la espalda recta, en guardia. Algunos mueven los contenedores que están estorbando a los desesperados conductores.
Sigo bajando, cruzo junto a los Ertzaintzas y cambio de dirección, en todas las calles perpendiculares están volcados los contenedores. Los bares siguen llenos de gente, sobre todo domingueros y las terrazas vuelven a la normalidad.
En Rodríguez Arias hay un contenedor cruzado justo en el centro de la calzada. Los conductores de los primeros vehículos se bajan de sus coches y mueven el contenedor. Lo dejan volcado en su posición original y continuan su camino. Se siguen oyendo las sirenas por otros puntos de la ciudad.
¿Al final qué queda? Contenedores volcados por niñatos, que no tienen pinta de utilizar colonia, bajo la mirada de unos cansados viandantes, policías y bomberos que van de un lado a otro, un herido, un detenido y muchos minutos en todos los telediarios.
domingo, 10 de febrero de 2008
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