Fui a instalar un router wifi en casa del típico matrimonio adinerado, de esos que te hacen entrar por la puerta de servicio.
-Buenos días. Soy de (compañía para la que trabajaba), vengo a instalares el router wifi.
-Sí, tenemos el ordenador por aquí.
Le seguí por un pasillo, el salón y otro pequeño pasillo hasta una habitación con dos librerías y el ordenador.
-A este ordenador lo puedo conectar con cable de red. ¿Con cuál se piensa conectar via wifi?
-Con el de trabajo.
-¿Lo podría traer?
-No, lo tengo en la oficina. Pero si me da los datos ya lo puedo configurar yo.
Esta opción nunca es buena, cuando dicen esto suelen llamar después para solicitar que se vuelva para configurarselo.
-Preferiría hacerlo yo, para comprobar que es compatible y todo eso.
-Es que el ordenador lo tengo en la oficina de Llodio. Pero si quieres puedo llamar a alguien que esté por allí y que compruebe si se conecta.
-¿Llodio? -le miré extrañado, estábamos en Vitoria-. ¿Y cómo se va a conectar desde Llodio?
-Pues con el wifi que instales, claro -me dijo super convencido. Como diciendo "¿estás tonto o qué?", con ese tono de desprecio que me altera.
-Ah, claro. Espera que llame a mi empresa para que vayan orientando el satélite -le contesté con un claro tono de sarcasmo.
El hombre se enfadó, me dijo que se fuese y estuvo tres días exigiendo que fuese otro técnico, que le explicasen por qué no se podía conectar desde donde quisiese e, imagino, pensando si las compañías de telecomunicaciones estaban repletos de inútiles y vagos que no querían ponerle un wifi de la potencia que él deseaba.
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