Hace unos años tuve una entrevista de trabajo en un céntrico bar bilbaino. El que iba a ser mi jefe era un tipo joven (unos 28 años), divertido y típico guapillo (rubito, alto, con planta). Las condiciones parecían buenas y la empresa iba a ser una subcontrata para una empresa de Telecomunicaciones. Entraría como instalador para un proyecto ambicioso en el que iba a ganar un 30% más de lo que cobraba en la anterior empresa. Así que no lo pensé demasiado.
El primer día que fui a trabajar me encontré con un equipo de unos siete instaladores. Todos bastante agradables y con ganas de currar. A pesar de ser bastante joven, ya tenía experiencia en otras empresas y en unas pocas semanas me coloqué en cabeza en la tabla de producción.
La empresa tenía cuatro jefes, todos venidos de fuera de la comunidad autónoma y ex-instaladores de otra gran empresa.
Pasaron un par de meses y me pusieron de encargado en una provincia vecina. No me aumentaron el suelo, pero formé un pequeño grupo de instaladores a mi antojo con un buen ambiente de trabajo, y me las apañaba para sacar algún dinerillo más a mi empresa. Así que no me quejé demasiado y lo tome como un proyecto a largo plazo.
Uno de los cuatro jefes discutió con los otros y lo echaron. Otro se fue por problemas personales y al final todo quedó entre dos: uno que se dedicaba a trabajos de fuerza y el que me hizo la entrevista, que era el que mandaba.
Como encargado de zona y de cinco instaladores, empecé a reunirme con el jefe para comer, charlar y negociar. Me di cuenta de que algo le fallaba a aquel hombre, contaba anécdotas sumamente extrañas y evitaba constantemente algunos temas. Él decía temer grandes planes
"internacionales" para la empresa y estar listo para invertir en proyectos importantes. Finalmente, me di cuenta de que era un mentiroso compulsivo, moldeaba la realidad a su antojo y sabía ganarse a la gente con cuatro palabras. Cuanto más lo conocía, más me asustaba de lo mentiroso que era.
El grupo que yo llevaba se asentó y llegó el momento de que me encargase unicamente de organizar y echar una mano en lo que hiciese falta, dejando de instalar. Negocié con el hombre este y no pudimos llegar a un acuerdo, yo le decía que debía cobrar más por la responsabilidad y el ajetreo y él me decía que iba a trabajar menos y que era un trabajo más descansado. Después de pensarlo unas semanas le dije que no iba a ser encargado con el sueldo que él me ofrecía. Mientras tanto llegó el primer aviso de la empresa, los móviles dejaron de funcionar por impago y un mes no pagaron por no poder cobrar todavía los pagares (segun su versión), aunque un mes después lo cobré. Mi jefe me agradeció todo el trabajo realizado y me dijo que lo tendría en cuenta para el futuro. El primer sábado después de eso me obligó a trabajar bajo amenaza de despido. Colocó al encargado de otra provincia también como encargado de la mía. Supe que aquello acabaría mal.
Yo me coloqué como instalador en mi provincia y evité cualquier responsabilidad. iba a por las ordenes a la mañana y no aparecía ni llamaba hasta el día siguiente. Ganaba bastante dinero, ya tenía el culo pelado, y no quería saber nada de ellos.
La empresa contrató más técnicos y empezó a trabajar para otra contrata más. El jefe seguí acon sus grandes planes. Y mientras tanto los sueldos tardaban en llegar y la herramienta escaseaba. Estuve trabajando dos meses más para sacar bastante dinero y luego les dije que me quería largar. Mi jefe y mi encargado dijeron que "Ok, sin problema", que si había tomado esa decisión no podían hacer nada. Comenté a un par de técnicos que tenía un familiar abogado y que denunciaría a la empresa si tenía algún problema con el finiquito, sabía que esos comentarios llegarían al jefe.
Unas semanas después me fui y me pagaron todo el finiquito. Me jodió bastante dejar la empresa, cuando empecé tenía grandes esperanzas puestas en ella y como encargado de zona di el máximo posible por mi parte. Metí muchísimas horas no remuneradas para sacar adelante el proyecto.
Aunque dejé la empresa, mantuve contacto con algunos compañeros. Los que yo había contratado se piraron unas semanas después y tuvieron problemas con los finiquitos. La empresa siguió contratando más gente y se diversificó. Los instaladores no cobraban mal, pero lo hacían con varios meses de retraso.
Entonces un verano mandó a todo el mundo, unas dieciséis personas o así, de vacaciones por agosto, afirmando que toda la carga de trabajo estaba preparada para septiembre. Cuando volvieron se encontraron con la empresa cerrada y un cartel de "se alquila" en la entrada del pabellón. El móvil del jefe estaba desconectado y no podían contactar con él.
Denunciaron, claro. Pero el jefe no apareció en ningún juicio. Por lo que sé, se fue del país con todo el dinero que ganaron. Bastante kilos, eh. Los trabajadores cobraron algo, pero ni mucho menos todo lo que les debían.
El tipo era un mentiroso de cojones y vivió de promesas hasta el final, pero consiguió sacarse una gran tajada de dinero. Apostaría el culo a que ha creado otra empesa por Sudamérica o en Estados Unidos, siempre hablaba de esas zonas y tenía una novia estadounidense.
Ojalá me lo encuentre algún día. Hablaremos cara a cara y le partiré la boca, no por nada, yo hice una apuesta, perdí, pero aún así me saqué bastante dinerillo, pero le partiré la boca por gilipollas.
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