El típico tío feliz es ese padre al que todos conocemos, es dicharachero, agradable, siempre con una sonrisa en la boca. A veces juega, como todos, y las rachas de suerte van y vienen. Pero a veces no vuelven, sientes que estás perdiendo el dinero y le pides un favorcillo a ese conocido mafioso: poder jugar una partida de alto nivel, con dinero de verdad, mucho dinero, el suficiente como para tapar todas las pérdidas. ¿Qué sucede? Todos lo sabemos.
Y, por cierto, Tony vuelve a las sesiones.
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