martes, 15 de julio de 2008

El maestro de Petersburgo.

-No es anarquista ni tampoco nihilista -prosigue él con terquedad-. Al ponerle etiqueta, se le escapa lo que tiene de único. Él no actúa en nombre de las ideas: actúa cuando siente que la acción se le agita en el cuerpo. Es un sensualista, un extremista de los sentidos. Aspira a vivir en un cuerpo al límite de la sensación, al límite del conocimiento corporal. Por eso puede decir que todo está permitido. ¿Por qué iba a decir tal cosa si no fuera tan indiferente a la hora de explicarse a sí mismo?

(El maestro de Petersburgo, J.M. Coetzee)

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