La reputación es la piedra angular del poder. Sólo a través de una reputación se puede intimidar y ganar; una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de ataques por todos los lados. La reputación debe ser algo inexpugnable. Siempre hay que estar alerta ante la posibilidad de un ataque, para defenderse antes de que ocurra. Mientras, hay que saber destruir al enemigo minando su propia reputación. Luego hay que tomar distancia y dejar que la opinión pública les lleve a la horca.
Todo esto me recuerda a los pocos chavalillos que antes intentaban intimidar en el instituto y hoy parecen manada por las calles de Barakaldo y otras zonas, yendo en grupo mientras intentan emular las mafias que ven en videoclips y videojuegos como el Grand Theft Auto San Andreas.
La reputación es lo que te precede. Si tus amigas saben que ligas, avisarán a sus amigas y estarán mas predispuestas, si tus compañeros saben que eres un tiburón, te mirarán con sospecha en cada momento, si saben que te metes en lios... De esos se trata. ¿Pero hasta cuándo hay que defenderla? Tanto como amor propio tengas.
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