No hay que fiarse nunca de los amigos - le traicionan a uno con mayor rapidez, porque sienten envidia con facilidad-. También se convierten en unos mimados tiránicos. Pero si se contrata a un antiguo enemigo será más leal que un amigo, porque tiene más que demostrar. De hecho, hay mucho más que temer de los amigos que de los enemigos. Si no se tienen enemigos, hay que encontrar la forma de granjeárselos.
Es cierto que la amistad parte de un autoengaño que necesitamos sentir. Los amigos siempre estarán ahí para decirnos lo que queremos oir y, una gran mayoría de ellos, mentirnos o tratarnos de un modo irreal con la intención de no perdernos. Pero cuando las confianzas son excesivas la facilidad de que nos traicionen son mayores.
Este capítulo me ha parecido interesante. Como bien dice en él el autor, un enemigo nunca va a esperar nada de ti, por lo que es más fácil ganárselo con un par de gestos. Y cuando esté de tu parte, debido a la distancia establecida en el pasado, será complicado que se aproveche. Tendrás una persona leal que te tratará de forma impersonal. Vamos, el compañero ideal.
Interesante medida para probarla en el trabajo.
Perdón por las faltas e incoherencias, me he pasado casi toda la tarde en bares...
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