Los humanos son animales de costumbres con una necesidad insaciable de reconocer algo en las acciones de los demás. Si somos predecibles, damos a los demás una sensación de control. Demos la vuelta a la situación: hay que ser deliberadamente impredecible. Un comportamiento que parece no tener consistencia ni objetivo mantendrá a la gente desconcertada y se agotará intentando entender cada movimiento. Llevada al extremo, esta estrategia puede intimidar y aterrorizar.
Tengo un amigo que sale a veces de fiesta conmigo. Es un tipo majo y buena persona, pero bastante distintio a mí en cuando a la forma de pensar y sobre todo actuar, yo le suelo llamar "cagón" para provocarle un poco y cuando estamos hablando y está super tranquilo, me da por ponerme hablar con cualquiera que pasa o decirle a una chica "este dice que..." señalándole. Cuando me giro y se ve que voy a hacer algo, noto en sus ojos ese terror. Sé que lo pasa mal, pero también se divierte. Creo que por eso le gusta quedar conmigo: le caeré bien, pero le gusta sentir ese miedo.
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