Todos los grandes líderes desde Moisés sabían que los enemigos temibles debían ser aplastados por completo. (Algunas veces han aprendido por las malas.) Si se deja un ascua encendida, no importa lo apagada que esté, al final estallará el fuego. Se pierde más deteniéndose a medio camino que con la aniquilación total: el enemigo se recuperará y querrá venganza. Hay que aplastarle con contundencia, física y espiritualmente.
Me han gustado las dos historias de las que habla el autor en este capítulo. El ejemplo de incumplimiento de ley por parte Hsiang Yu y Liu Pang y el cumplimiento por parte de la concubina -y luego emperadora- Wu Chao. Dos historias muy entretenidas para leer antes de acostarse.
Por lo demás lo evidente, si quieres que tu enemigo desaparezca para siempre, acaba totalmente con él. Lo dice Greene un par de veces: no tengas piedad. ¿Pero quien no tiene piedad? Somos casi incapaces de hacer daño a alguien, así que como para acabar totalmente con él. Además, ¿cómo se haría eso hoy día? ¿Matándole? No vivimos en el siglo V. Hay veces que hecho de menos ejemplos más contemporaneos.
Por cierto, estoy pensando en leer La divina comedia. ¿Será una buena lectura para Navidad?
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