No me gustan los centros comerciales, no me gustan nada. No es una fobia, ni miedo, ni odio irracional, creo.
Cuando entro a un centro comercial siento que se pierde mi perspectiva, mi realidad, y me veo dentro de una barraca.
Esos suelos brillantes, esa luz que no produce sombras, esos comercios y aire limpísimo. Tiendas rodeándome, cientos de tiendas que son clones de otras tantas que están distribuidas por todo el mundo. Hamburgueserías con mesas de madera o plástico, trabajadores uniformados, total despersonalización, comida de la que ya tenemos memorizada su sabor y coca-colas. Es como estar en una película que ya conocemos. ¿Nos sentimos mejor dentro? No lo sé, sospecho que hay gente que sí.
No es manía hacia la sociedad consumista, es lo mismo que siento cuando veo un anuncio en la televisión. Cuando estoy dentro me siento parte de un producto, y no me gusta.
Al releer esta entrada me doy cuenta de que no tiene ningún sentido, pero es que yo tampoco lo tengo.
domingo, 11 de mayo de 2008
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