
He de reconocer que no esperaba nada bueno de esta cuarta película de la saga Die Hard, o La jungla de cristal, como la llamamos por aqui (igual que no espera absolutamente nada la próxima película de Indiana Jones). ¡Pero hostias! ¡Qué bien me lo he pasado viéndola! Es una película con una historia totalmente ochentera pero con las posibilidades cinematográficas de hoy día.
La película empieza y acaba siguiendo las reglas del cine de acción de los años ochenta: un John McClane algo envejecido, divorciado y con sus problemas de siempre, que se ve envuelto por casualidad en medio de toda la acción. Un terrorista, con su grupo de informáticos y matones como séquito, trata de paralizar el Estados Unidos y sembrar el caos por algún motivo que carece de importancia. Nuestro protagonista se encontrará con todos los tópicos posibles: llevará detrás de él a un joven debilucho e inteligente, el malo secuestrará a su hija, peleará contra un enemigo tan fuerte como él, la suerte le acompañará en los momentos más inesperados... Sólo que esta vez han decidido dar el resto convirtiendo a Bruce Willis en un superheroe. Lo que sucede es tan excesivo que no te lo puedes creer, sólo te conformas con disfrutar. Se sube encima de un caza, destroza un helicóptero lanzándole un vehículo, se dispara a sí mismo para que la bala le atraviese y otras animaladas mas. Hay tanto espectáculo que no puedes borrar la sonrisa estúpida de la cara.
Espero que no haya quinta parte, pero con ésta no han hecho más que engrandecer una saga que ha marcado época en el decaído cine de acción.
Desde luego, ¡qué bien me lo he pasado!
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