
Para poder escribir lo que no se puede narrar, Vonnegut se inventa un soldado capaz de vivir todos los momentos de su vida a la vez, haciéndonos saltar de unos a otros sin orden aparente para que al final nos quedemos con el mensaje del libro.
La simple idea de imaginar lo que presenció hace comprender porque lleva la historia hacia el humor, con personajes y diálogos alocados, marcianos, utopías y un dolor que no se lee pero se siente, sobre todo en las últimas veinte páginas.
Es una novela cortita, a mí me ha durado una mañana. Breve y magnífica, una novela que deberían ser de lectura obligatoria en el instituto.
Asi era.
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